“Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho.”
Párrafo 3º, Declaración Schuman, 9 de mayo de 1950
De la búsqueda de la paz a la regulación de los mercados financieros: Europa se politiza
La causa fundacional de la Unión Europea, que fue evitar la guerra entre países europeos, se ha ido desdibujando en estos 62 años que han transcurrido desde la Declaración Schumman. Nunca antes, desde la creación de muchas de las naciones europeas modernas (Grecia -1821-, Bélgica -1830-, Italia -1861-, Alemania, -1870- , Finlandia -1917-, Austria -1918-, Irlanda -1919-), había transcurrido un periodo de 67 años sin guerra en Europa Occidental (Guerra Franco-Prusiana de 1870, Primera Guerra Mundial en 1914-18, Segunda Guerra Mundial en 1939-45). Además, durante las últimas seis décadas, Alemania y Francia, junto a otras naciones, han experimentado un periodo de cooperación mutua sin precedentes. El riesgo de guerra entre europeos es tan remoto que muchos se preguntan qué hacer con la UE ahora.
Sin embargo, para garantizar el objetivo de la paz, y a la vez extender la cooperación a otros ámbitos, fueron surgiendo nuevas funciones para la Comunidad: libre comercio, unión aduanera, mercado interior, moneda única, ciudadanía, espacio de libertad, seguridad y justicia, políticas medioambientales, normas sociales, derechos humanos, política exterior, energía, regulación financiera…
El creciente grado de integración ha hecho que se haya alcanzado un estadio en el ya no vale con tomar decisiones meramente técnicas. Cuando la CECA sólo tenía competencias sobre el carbón y el acero, todo lo que la Alta Autoridad (embrión de la Comisión Europea) tenía que decidir era cómo optimizar la producción. No obstante, al adquirir competencias sobre medio ambiente, políticas sociales o regulación financiera, hay que tomar decisiones políticas; hay que elegir entre varias posibilidades, solucionando las discrepancias mediante el uso del criterio de la mayoría: prohibir o no los alimentos transgénicos, establecer los Eurobonos o no hacerlo, decidir cuántas semanas se dan de baja por maternidad… En otras palabras, la Unión Europea, poco a poco, se ha politizado.
Diferenciando el proyecto europeo y las políticas europeas actuales
Esa politización conlleva lógicos desacuerdos ciudadanos con algunas de las decisiones tomadas a nivel europeo. Sin embargo, es importante diferenciar la politización de Europa del proyecto europeo en sí mismo. Si tomamos el ejemplo de España, somos muchos a los que cada viernes se nos atraganta la comida al ver cómo el Consejo de Ministros nos va quitando nuestros derechos adquiridos, pero no por eso ponemos en duda la existencia de España como tal.
En el caso de Europa no sucede lo mismo. A muchos ciudadanos no le gustan las políticas de austeridad, y al estar en desacuerdo con las políticas actuales de la UE, dirigen sus ataques contra el proyecto europeo en sí mismo. Creo que se trata de una crítica injusta.
Es cierto que las instituciones de la Unión deben seguir avanzando hacia la democratización, ya que los ciudadanos europeos exigen legitimidad democrática de la Unión y que la legitimidad técnica ya no es suficiente. Sin embargo, aunque se trate de una democracia mejorable y diferente a la estatal, no es cierto que la UE no sea democrática en su funcionamiento.
Las políticas actuales de la UE no son sino el reflejo de la voluntad popular europea. La mayoría de pueblos europeos (15) han elegido ser gobernados por un político del Partido Popular Europeo y la ciudadanía europea optó en las elecciones europeas de 2009 porque ese mismo partido tuviera la mayoría en el Parlamento Europeo. Dado que el Consejo está formado por los Ministros de los Gobiernos europeos, el Consejo Europeo por los Jefes de Estado y Gobierno, que la Comisión debe reflejar la mayoría parlamentaria europea, que el Parlamento Europeo se forma en función del dictamen de las urnas, y que el Partido Popular es quien tiene mayoría en todos los casos, lo más democrático es que cuando hay que tomar decisiones políticas, se opte por la solución propuesta por este partido.
Si esa opción política no nos gusta, podemos (y debemos) oponernos y elegir otro partido político en las próximas elecciones. Sin embargo, las críticas deberían ir contra las políticas, no contra el proyecto europeo en sí. Es importante aclarar que cuando la prensa dice “Bruselas impone X al país Y”, lo que en realidad quiere decir es que la mayoría de Jefes de Gobierno, la Comisión y el Parlamento Europeo “imponen”. Es decir, en esta legislatura, el Partido Popular Europeo “impone”, en tanto que fuerza política más votada por el pueblo europeo. Y además, el Partido Popular “impone” porque los países han decidido concederle la competencia para hacerlo y se han comprometido a aceptar el dictamen de la mayoría política existente en cada momento.
Razones de la necesidad del proyecto europeo
Por último, una vez afirmada la diferencia entre “Europa” y “las políticas europeas del Partido Popular Europeo”, queremos ofrecer motivos para defender el proyecto europeo.
En primer lugar, Europa representa la superación de esa lacra anti-humanista y excluyente que es el nacionalismo. La idea de Europa es unir seres humanos, no dividir; incluir, no excluir. A lo largo de la Historia Contemporánea, el nacionalismo ha impedido que los seres humanos se concentren en la defensa de sus intereses, haciéndoles creer que los intereses de una construcción social llamada “nación” son más importantes que los del pueblo. Por tanto, no se trata de defender Europa antes que España porque Jean Monnet o Robert Schuman merezcan más consideración que el Cid Campeador, Carlos III u Ortega y Gasset. Tampoco se trata de sustituir a De Gaulle por Delors o a Molière por Victor Hugo, ni el legado de Garibaldi por el de Spinelli o el de Bismarck por el de Adenauer. Europa no se ha creado para bajar una bandera de un mástil y subir otra. Si bien hay quienes, como Nicolas Sarkozy, mediante el recurso a una especie de nacionalismo europeo con tintes paternalistas, tratan de propugnar un nacionalismo europeo incluyente para dentro y excluyente para fuera, la idea que debe subyacer tras el proyecto europeo es la inclusión y la expansión de esos valores humanizadores todo lo posible, siempre desde el respeto a la diversidad. Éste es uno de los pilares del proyecto europeo, y las políticas actuales no deben hacer que lo olvidemos.
En segundo lugar, Europa supone el reforzamiento del poder público frente a unos actores privados cada vez más grandes y poderosos. Los “pequeños” Estados europeos necesitan unirse para poder hacer frente a los retos de un mundo globalizado. Además, hay políticas que sólo tienen sentido si se realizan a nivel europeo o global, entre ellas, las medioambientales y las financieras. El sistema de comercio de emisiones o la tasa a las transacciones financieras deben ser globales (o europeas) o no ser. En esta línea, Europa no debe ser más (ni menos) que un estadio intermedio hacia un gobierno mundial. Con “gobierno mundial” no me refiero a un gobierno en la sombra que conspira cada año en las reuniones del Club Bildelberg o la Trilateral, ni siquiera nada similar al G-8, sino de un gobierno democrático, cuyo poder esté limitado por una separación de poderes y que responda ante los seres humanos. Sólo así terminaremos con los paraísos fiscales, con la ‘race to the bottom’ medioambiental y social, con las deslocalizaciones de empresas y con las elevadísimas desigualdades mundiales.
La tercera razón por la que el proyecto europeo es necesario es económica. Si esta crisis financiera y económica que comenzó en 2007 hubiera sorprendido a una Europa no integrada, llena de naciones independientes, el golpe hubiera sido mucho mayor. Es cierto que con una moneda propia, algunos países podrían haber mantenido la competitividad de las exportaciones mediante una devaluación de moneda. Pero ésta es una solución a corto plazo que empeoraría la posición de ese país en las subastas de deuda en el medio y largo plazo. La gran mayoría de expertos coinciden en que los ataques a Europa no se deben a la excesiva integración, sino más bien a la falta de integración, que hace que, por ejemplo, el Banco Central Europeo no pueda comprar deuda de los Estados o que no exista una mutualización de la deuda de los estados europeos.
En conclusión, creo que la politización de la Unión Europea, como consecuencia de la adquisición de nuevas competencias, es un fenómeno positivo y necesario. Además, es importante diferenciar entre el proyecto europeo como tal y las políticas europeas a la hora de criticar la realidad de la Unión. Por último, considero que concurren razones humanistas, políticas y económicas para seguir defendiendo la continuidad y el reforzamiento de la Unión Europea.
[Por Daniel Pérez Rodríguez, miembro de EQUO]